El pintor estadounidense William Utermohlen, al ser diagnosticado con Alzheimer en 1995, decidió utilizar su arte como una herramienta para explorar y expresar los efectos de la enfermedad. Durante los años siguientes, Utermohlen creó una serie de autorretratos que mostraban, de forma impactante, el deterioro progresivo de sus facultades mentales y su capacidad para captar y reproducir su propia imagen. Estas obras no solo se han convertido en una valiosa contribución al arte contemporáneo, sino que también han sido objeto de estudio en el ámbito médico y psicológico, al ofrecer una visión única del Alzheimer desde la perspectiva del propio paciente. Su trabajo ilustra cómo la creatividad persiste, incluso cuando las habilidades cognitivas declinan, y ha sido ampliamente reconocido como un testimonio profundo del vínculo entre el arte y la lucha contra una enfermedad devastadora.